domingo, 3 de junio de 2012

I. DIOS ES LUZ. VIVE EN LA LUZ QUIEN AMA AL PRÓJIMO. 1,5-2,11.

5EI anuncio que le hemos oído a él y que os manifestamos a vosotros es éste: que Dios es luz y que en él no hay tiniebla alguna.
6Si afirmamos estar unidos a él mientras nos movemos en las tinieblas, mentimos, y nuestra conducta no es auténtica. 7En cambio, si nos movemos en la luz, como él está en la luz, estamos unidos unos con otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos va limpiando de todo pecado.
8Si afirmamos no tener pecado, nosotros mismos nos extraviamos y no llevamos dentro la verdad. 9Si reconocemos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, cancela nuestros pecados y nos limpia de toda injusticia.
10Si afirmamos no haber pecado nunca, dejamos a Dios por embustero y no llevamos dentro su mensaje.
21Hijos, os escribo esto para que no pequéis; pero, en caso de que uno peque, tenemos un defensor ante el Padre, Jesús, Mesías justo, 2que ha expiado nuestros pecados, y no, sólo los nuestros, sino también los del mundo entero.
3Esta es la señal de que conocemos a Dios, que cumplimos sus mandamientos. 4Quien dice: « Yo lo conozco», pero no cumple sus mandamientos, es un embustero y no lleva dentro la verdad. 5En cambio, en uno que cumple su mensaje, el amor de Dios queda realizado de veras: ésa es la señal de que estamos unidos a él; 6quien habla de habitar en él tiene que proceder como procedió Jesús.
7 Amigos míos, no os comunico un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo, el que habéis tenido desde el principio; ese antiguo mandamiento es el mensaje que escuchasteis. 8Por otra parte, el mandamiento que os comunico es nuevo, cosa que es verdad de él y de nosotros; la prueba es que se van disipando las tinieblas y la luz verdadera ya brilla.
9Quien dice estar en la luz mientras odia a su hermano, no ha salido de las tinieblas. 10Quien ama a su hermano habita en la luz, y en la luz no se tropieza. 11 En cambio, quien odia a su hermano está en las tinieblas y camina en las tinieblas sin saber adónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.

EXPLICACIÓN.

1,5-2,11. Dios es luz, sin artíc., para expresar cualidad (5). Luz, que se identifica con la vida Un 1,4: «la vida era la luz del hombre»), implica manifestación Un 1,4: «la luz brilla») y comunicación Un 1,9: «ilumina a todo hombre»). Dios se da a conocer, y en ese conocimiento revela lo que es. La segunda sentencia, que excluye de Dios todo aspecto negativo: y en él no hay tiniebla alguna, indica que la revelación es completa. Aunque sea imposible abarcar la realidad divina, dentro de la limitación humana se puede conocer lo que realmente es Dios y excluir lo que no es.

En consecuencia, la primera condición para estar unido a Dios es aceptar la comunicación divina (la luz que ilumina), que va transformando al hombre asemejándolo a Dios; si no existe esa semejanza, es falsa la unión con Dios que se afirma (6). Vivir en la luz que es la vida produce el compartir esa vida unos con otros.  

Esto no hace impecables, pero mantiene unidos a Dios, y la conciencia de pecado no domina la existencia (cf. 3,19-24) (7). Los pecados ocasionales no crean una barrera entre Dios y el hombre.

De hecho, la muerte-resurrección de Jesús ha cambiado de raíz la relación del hombre con Dios; la supresión de la Ley y el don del Espíritu como respuesta a la opción libre de! hombre (Jn 2,1-11) crea una comunión de vida con Dios, expresada en la relación Padre-hijo, que se mantiene mientras el hombre no revoque su opción.

Para formular esto el autor usa dos metáforas. La primera (ausente en el Evangelio de Juan) está tomada del sistema sacrificial judío: la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado (cf. 2,2: expía nuestros pecados). La segunda, la imagen del juicio, donde Jesús aboga en favor de los suyos (2,2: tenemos un defensor).

Según Lv 17,11, la sangre «expía» mediante la vida que se dice estar «en» la sangre. La fuerza de vida de Jesús (el Espíritu/amor) liberada por su muerte, acto supremo de amor, de los límites individuales, actúa eliminando gradualmente la injusticia de la conducta en los que dan la adhesión a Dios a través de él.

Nadie es perfectamente coherente con su compromiso cristiano, y todos han tenido parte en la injusticia del mundo (tener pecado) (8); en quien lo reconoce, Dios no sólo cancela el pasado pecador, sino que elimina la injusticia interior, que vicia la relación con Dios y con los hombres (cf. Jr 40,8); fiel, porque cumple sus promesas; justo, porque no tolera la injusticia y ayuda a salir de ella (9). Los disidentes que proclaman ser y haber sido impecables niegan la necesidad de salvación (cf. Jn 8,37) (10).

Confianza del autor (2,1: Hijos, lit. «hijitos»). Actuar injustamente o hacer daño a otros no se compagina con la vida cristiana (para que no pequéis), pero, en todo caso, el perdón está asegurado (2,1-2) para los que viven en la luz (cf. 1,7), es decir, para los que mantienen la opción. Defensor, sentido del gr. parakletos en contexto judicial; cf. Jn 14,16,26; 15,26; 16,7 (“valedor”, más general). La defensa de Jesús es válida porque el pecado, obstáculo para el acceso a Dios, ha sido virtualmente eliminado por su muerte.

Conocer a Dios (3) significa en los profetas practicar la justicia, defender al oprimido (cf. Jr 22,15b-17 LXX; Os 4,1-2; Jn 8,54). Es un conocimiento por sintonía (cf. 2,29); de ahí que no conoce a Dios quien no practica el amor según las exigencias de la realidad que encuentra (sus mandamientos) (3-4). Cumplir este mensaje realiza plenamente al hombre (5). Por eso, el criterio último de conducta está en la vida y actividad de Jesús, que dio su vida por amor a los hombres; el nombre sin título alguno designa al Jesús histórico (6). El pasaje se opone al privilegiado «conocimiento de Dios» (gnosis) de que blasonaban los disidentes, separado del compromiso con el hombre. "Conocer a Dios» no es monopolio de un círculo elegido: todos aquellos que practican el amor a los demás, conocen a Dios.

Amigos míos, lit. «amados». El mandamiento de Dios, el amor a los demás, ha sido imperativo perenne de la humanidad (antiguo) (7), pero ahora es nuevo (cf. Jn 13,34: igual que yo os he amado), por haber sido llevado a su máximo en Jesús y haberse hecho interpelación directa en su persona. La práctica de ese amor es el germen de una sociedad nueva, de una nueva edad (se van disipando las tinieblas, etc.) (8).

Tres tipos: el que dice (9), el que ama (10), el que odia (11). Estar en la luz equivale a cumplir el mandamiento del amor. En la luz (lit. «en ella») no hay tropiezo/no se tropieza, cf. Jn 11,9s. Quien no ama a su hermano no conoce a Dios (está en las tinieblas), lleva una vida falsa, sin rumbo, porque el odio pervierte la mente y la actividad del hombre y le impide proponerse y alcanzar su propia realización. 

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